lunes, 28 de marzo de 2011

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viernes, 4 de marzo de 2011

Ansiedad o Alegria

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¿A quién conoces?

¿A quién conoces?
Pastor Tony Hancock

Suele decirse, en algunas ocasiones, "No importa lo que conoces; lo que importa es a quién conoces". La persona titulada que solicita un trabajo y luego ve que una persona menos preparada la recibe, simplemente por alguna amistad con el jefe - o la persona que paga por un pequeño delito mientras ve a un criminal salirse con la suya, simplemente porque conoce al juez - éstas personas pueden testificar de la importancia de conocer a la persona correcta.

¿Será así también cuando se trata de la religión? ¿Será también preciso conocer a la persona correcta para podernos acercar a Dios? La respuesta es que no hay ninguna persona aquí en la tierra que nos pueda acercar a Dios. Si alguien te dice que te hace falta estar bien con él para estar bien con Dios, puedes tener la seguridad de que esa persona es un charlatán.

Sin embargo, sí importa a quién conoces. Hemos dicho que no hay persona aquí en la tierra que te pueda llevar a Dios; pero sí hay una persona en el cielo que lo puede hacer. Su nombre es Jesucristo. El es el único camino al Padre. Y en esta mañana, es urgente que tú reconozcas quién es y lo llegues a conocer personalmente.

Las opciones espirituales en el mundo actual parecen un bufé. Cada persona cree que puede escoger de entre los platos que se ofrecen lo que más le antoje, dejando a un lado las ideas desagradables de la religión de su preferencia.

Solemos pensar que esta situación es nueva, pero no es así. El mundo en el cual nació y creció la Iglesia primitiva era tan variado como el de hoy. En medio de este mundo con su variedad de opciones espirituales, el mensaje que se predicó hace dos mil años es el mismo que anunciamos hoy.

Lectura: Hebreos 1:1-2:4

1:1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
1:2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;
1:3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,
1:4 hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos.
1:5 Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo?
1:6 Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios.
1:7 Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego.
1:8 Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino.
1:9 Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros.
1:10 Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos.
1:11 Ellos perecerán, mas tú permaneces; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura,
1:12 Y como un vestido los envolverás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, Y tus años no acabarán.
1:13 Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?
1:14 ¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?
2:1 Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos.
2:2 Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución,
2:3 ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron,
2:4 testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.

Las personas buscan miles de maneras de acercarse a Dios. La verdad es una Persona. Si conoces a esa Persona, conocerás a Dios, y tendrás vida para siempre con El. Vamos a ver tres razones en esta mañana por las cuales nos urge conocer a Jesús.

I. Nos urge conocer a Jesús, pues El es la revelación definitiva de Dios

Desde nuestra niñez se nos enseña que Dios es espíritu, y como tal, es invisible. Se cuenta la historia del niño que dibujaba en el piso de su cuarto cuando entró su mamá. "¿Qué dibujas, hijito?" le preguntó. "Estoy dibujando a Dios", respondió el niño. "Hijito, nadie sabe cómo se ve Dios", le respondió su mamá. "Bueno, pues espera un minuto, y lo van a saber", respondió el niño.

No sé cómo salió el dibujo de aquel niño, pero sí sé que no se parecía a Dios - pues nadie puede dibujar a Dios, usando las figuras y los colores humanos. Podemos ver en la majestad de la creación rastros del poder creativo de Dios; pero de dichos rastros no podremos deducir qué clase de ser es El.

Para que nosotros podamos llegar a conocer quién es Dios, El se tiene que dar a conocer a nosotros. Detrás del velo de invisibilidad que lo oculta de nuestros ojos, El tendrá que darnos alguna indicación de su personalidad, de su voluntad, de sus deseos para nosotros.

A través de la historia humana, Dios ha hecho esto de varias maneras y en varios momentos. Este es el significado del versículo uno de nuestro pasaje. Esta comunicación tomó la forma de los hechos que Dios hizo por medio de sus siervos, los mensajes que El dio a los profetas, y los registros que ellos dejaron de tal revelación.

Sin embargo, esta revelación fue fragmentaria. Se veía algo acerca de Dios, se conocían aspectos de su carácter, y se distinguía gran parte de su voluntad para el ser humano; pero no se veía todo. Era como la imagen que se distingue a través de un vidrio escarchado; se distingue la forma, pero no se ven detalles.

Pero llegó el momento que Dios había escogido. Se cumplió el tiempo, y llegó su revelación final. Fue el momento en que Cristo llegó a la tierra. En su persona, El nos revela perfectamente quien es Dios.

Jesús es la luz. Los rayos de luz que emanan del sol nos hacen ver con claridad. Así como el esplendor del sol llega a esta tierra, así en Cristo la gloriosa luz de Dios brilla en los corazones de hombres y mujeres.

Cristo es también la fiel imagen de lo que Dios es. El griego es carakth´r, de donde proviene nuestra palabra carácter. Esta palabra se usaba para la impresión que dejaba un bloque sobre la cera o el metal que se estampaba. Es una representación exacta de la imagen.

En Jesucristo se ve una reflexión exacta del carácter de Dios. Cristo no representa una parte, o una idea, o una imagen; en Cristo se ve exactamente quién es Dios. La revelación anterior era parcial, incompleta, inexacta; en Cristo vemos la revelación definitiva de Dios.

Además,

II. Nos urge conocer a Jesús, pues El es la revelación superior de Dios

Dentro del judaísmo del primer siglo había una fascinación con los ángeles. Hoy es igual; se ven calcomanías que dicen "ángeles me cuidan", se venden figuras de ángeles por los millones, y hasta hay talleres para descubrir el nombre de tu ángel personal.

Los ángeles parecían representar la cumbre de la revelación de Dios. Ellos venían directamente de su presencia; tenían gran poder e inteligencia; y eran sobrenaturales. Quizás no nos debe de sorprender que las personas se interesen tanto en los ángeles.

Pero los ángeles no representan la palabra final. Esa Palabra llegó en una persona, Cristo Jesús. El es la revelación superior a cualquier otro mensajero, aun el ángel más exaltado.

Jesús es superior, en primer lugar, porque tiene una naturaleza superior. Los ángeles son seres creados, y como tales, son responsables de rendir honor y adoración a Dios. Cristo, en cambio, comparte la esencia del Padre. En algún momento que supera el tiempo, en el ahora eterno de Dios, desde la eternidad y hasta la eternidad, el es engendrado del Padre, recibiendo de El su esencia y sus atributos.

Por lo tanto, los ángeles no pueden más que adorar a este ser tan exaltado, el Hijo unigénito de Dios. Ya que comparte la naturaleza del Padre, El es también Dios; así lo declara David en el salmo que se cita en los versos ocho y nueve. Jesús es el único que es Dios y a la vez es el siervo de Dios, el Rey ungido por Dios.

Jesús también es superior porque desenvuelve un papel superior. Jesús es el agente del Padre en la creación. Es el Señor que creo los cielos y la tierra. Es el que vio su principio y determinará su fin.

Además de ser el Creador, Jesús es el Redentor de la creación. Es el que ha venido para restaurar el reino legítimo de su Padre. Es a esto que se refiere el último pasaje citado, el que está en el verso trece. Jesús se ha sentado a la derecha del Padre, la posición de honor, habiendo terminado su labor de redención y de restauración. Ahora sólo espera el momento en que se consumará la historia humana, y se establecerá plenamente el reino de Dios.

¡Qué glorioso Salvador! ¡Es incomparable! Y aquí vemos el problema con una religión que no se enfoca en Jesús. Quizás a ti te interesan los santos. Por más santos que hayan sido, no se acercan a la grandeza de Cristo. Quizás quieres saber más de los ángeles. No olvides que ellos son simplemente siervos de uno que es mucho más grande. Es posible que algún maestro religioso te interese. Es imposible que alcance la estatura de Jesús.

Nos urge conocer a Jesús - no a los ángeles, no a los santos, no a los maestros religiosos de este mundo - porque El es la revelación superior de Dios. Y es más,

III. Nos urge conocer a Jesús, pues El es la revelación salvadora de Dios

El mensaje de Jesús no es como una de esas tarjetas bonitas que te manda algún amigo, y que sacas cuando necesitas un poco de ánimo. Es un mensaje supremamente importante.

Ese mensaje es, muy sencillamente, que en la persona de Cristo Jesús Dios llegó a este mundo, habitó entre nosotros, nos enseñó cómo vivir, y murió por nuestro pecado. Habiendo vencido la muerte en su muerte inocente, El resucitó y ahora reina a la derecha del Padre. Cualquier persona puede unirse a El, creyendo de corazón en El y rindiéndole el control de su vida.

Existen dos peligros en cuanto a este mensaje. El primero es el peligro que corre la persona que oye el mensaje por primera vez. Puede rechazarlo, puede despreciarlo, puede ignorarlo, y así encontrará su propia condenación.

El otro peligro es el que corre la persona que ya ha recibido este mensaje, pero de repente empieza a interesarse en otras cosas. Empiezan a crecer las malas hierbas de la preocupación, el afán por el dinero, los intereses que compiten con el amor a Dios, y poco a poco pierde su amor por ese Salvador incomparable que lo ha comprado.

Por eso, dice, es necesario que prestemos más atención a lo que hemos oído, no sea que perdamos el rumbo. Podemos ser como marineros perdidos, llevados de un lado a otro por las olas, sin saber cuándo vamos a naufragar en una roca.

Es por esta razón que es indispensable para el creyente tener comunión diaria con Cristo. Si las revelaciones parciales del Antiguo Testamento eran totalmente vinculantes sobre los oidores, ¿cómo será para nosotros si despreciamos la revelación completa que Dios nos ha dado en su Hijo?

No existe otra salvación. Dios ratificó el ministerio de su Hijo con señas y maravillas, y lo sigue haciendo hasta el día de hoy. Su Palabra es clara; su verdad es límpida. Sólo nos toca creer en Cristo y amarle a El.

Y tú: ¿a quién conoces? ¿Conoces a Jesús? ¿Conoces al Salvador, al Señor, al Rey de Reyes? En este día, lo puedes conocer.

El no está lejos. Está a la puerta de tu corazón, invitándote a permitirle entrar. El quiere que lo conozcas, que recibas su perdón, que tengas la seguridad de tu salvación. ¿Quieres recibirlo hoy?